Actualmente resulta fundamental generar culturas laborales más justas, igualitarias y libres de violencia, así como también, incorporar la perspectiva de género y de la diversidad en el diseño e implementación de las políticas llevadas adelante por un organismo o empresa.
Si retrocedemos en el tiempo se puede dar cuenta que la transversalización de la perspectiva de género como enfoque en las políticas públicas y como estrategia al interior de las instituciones para integrar las cuestiones de género en la totalidad de los programas sociales, quedó establecida como estrategia global para promover la igualdad entre los géneros, en la Plataforma de Acción adoptada en la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995 que resalta la necesidad de garantizar que la igualdad entre los géneros es un objetivo primario en todas las áreas del desarrollo social.
Transversalizar la perspectiva de género significa, visibilizar y analizar las desigualdades entre los géneros, las relaciones de poder existentes entre los mismos, e intervenir para modificarlo. Es decir, incluir la perspectiva de género y diversidad en todas sus acciones y avanzar en la construcción de políticas capaces de transformar las estructuras desiguales existentes. En este sentido, la igualdad de género debe ser uno de los principios que guíe el diseño, la ejecución y la evaluación de todos sus programas y proyectos.
Frente a la pregunta ¿Cómo comenzar a implementar este enfoque en espacio de trabajo? Una estrategia general recomendable es llevar el análisis de género a todas las etapas del proyecto, desde la identificación del problema, el diseño, la ejecución, el seguimiento y la evaluación. Aunque también, en algunas ocasiones, la estrategia podrá ser identificar por dónde es conveniente iniciar este proceso, pudiendo visualizar qué aspectos o dimensiones se presentan factibles de ser modificados.
Una intervención posible
El objetivo es poder trabajar en una estrategia metodológica que permite identificar cuáles son las diferentes dimensiones de la transversalización, a través de las cuales un organismo puede iniciar, potenciar o profundizar este recorrido.
Desde este punto de vista, se busca contribuir a la identificación de las diferentes formas, maneras y etapas de organizar este proceso de institucionalización de la perspectiva de género desde una perspectiva transversal e integral.
Una reflexión personal y colectiva contribuye en tanto apela a poder reflexionar sobre las ideas previas, resistencias, deconstrucciones, necesidades e inquietudes. Es preciso poder reconocer desde qué punto partimos para pensar hacia dónde vamos apelando a la reflexión personal y colectiva. En este sentido, refiere a la importancia de iniciar y promover espacios de formación interna que den lugar a conversar sobre estos temas priorizando trabajos basados en aspectos vivenciales, así como en la experiencia.
La posibilidad de revisar, prever, proyectar, planificar e implementar políticas que incorporen una mirada de género y diversidad da cuenta de que tales decisiones pueden tomarse en distintos niveles e instancias del desarrollo de una política a implementar.
Esta tarea implica impulsar y promover procesos de transversalización de la perspectiva de género y diversidad, incorporar una mirada interseccional del género y visibilizar cómo el género se entrama con otras categorías (clase, etnia, orientación sexual, edad, residencia urbana o rural, etc.).
La organización de la cultura laboral apunta a desnaturalizar los guiones invisibles que van dejando marca como las regulaciones, rituales y prácticas que día a día constituyen la cultura laboral, que en diversos escenarios transmite saberes y reproducen visiones acerca del género, de lo esperable, permitido o prohibido, lo jerarquizado, opresiones, a través del lenguaje utilizado y también del lenguaje corporal, del uso de los espacios, de las formas de agrupamiento habituales, los roles, de las expectativas según el género, etc. En este sentido, incorporar la perspectiva de género en nuestros lugares de trabajo permite desnaturalizar el conjunto de estereotipos y roles que condicionan el lugar que ocupan las personas en nuestra sociedad según el género.
Abordar lo que irrumpe, aquello que altera la dinámica cotidiana en el marco laboral. Tal alteración puede suceder por el carácter abrupto de lo sucedido o por tratarse de algo inesperado. Generalmente estos eventos alteran el cotidiano habitual de un espacio, y en ocasiones –aunque no siempre- implican algún tipo de conflicto o tensión.
Puede ser que irrumpa una situación que implique una vulneración de derechos y allí será necesario activar un trabajo atento sobre intervenciones, abordajes, protocolos. Estos episodios se presentan como una oportunidad para abrir espacios de reflexión colectiva en los organismos, en tanto que cualquiera de las situaciones que se presenten, siempre, referirán a cuestiones estructurales propias de la sociedad y cultura a la que pertenecen las personas.
Para finalizar, cabe mencionar la importancia de la relación del organismo con otros actores, entendiendo que el vínculo con otras instancias enriquece y fortalece siempre los propios abordajes. Establecer o fortalecer estos vínculos de trabajo intersectorial y con la comunidad, es también una forma que posibilita la identificación de problemáticas asociadas a la violencia estructural para revisar el propio rol de los organismos y las políticas implementadas.
La transversalización de la perspectiva de género y diversidad no es simplemente un proceso técnico, implica un proceso político que pone en juego una redistribución de recursos y de poder, así como también el desafío de lograr un trabajo de articulación entre todas y todos los agentes que la integran.